MARCIANADAS

Se llamaba Benjamin Driscoll, tenia treinta y un años y quería que Marte creciera verde y alto con arboles y follaje, produciendo aire, mucho aire, que aumentaría en cada temporada. Los arboles refrescarían las ciudades abrasadas por el verano, los arboles pararían los vientos del invierno. Un árbol podría ser tantas cosas: color, sombra, fruta, paraíso de los niños, universo aéreo de escalas y columpios, arquitectura de alimento y placer. Todo eso era un árbol. Pero los arboles eran, ante todo, fuente de aire puro y un suave murmullo que adormece a los hombres acostados de noche en lechos de nieve.
Ray Bradbury
Crónicas marcianas


VERBI-GRACIA

Entre las explosiones y los colores de la bóveda estrellada, entre los gritos de admiración y espanto de los vecinos, nadie se percató de que cuando Zacarías trató de pronunciar la palabra rosa, su cuerpo reventó como un globo exhausto. Las últimas letras con las que pretendía recuperar la palabra ya no encontraron lugar en el cuerpo abarrotado del fenómeno, y sólo sirvieron para dar la paz a un espíritu atribulado. En el suelo, desparramadas como las hojas de la chopera, crujientes y amarillas por la oscuridad, todas las palabras que durante años había engullido formaban una alfombra increíble que pronto comenzaron a pisar las parejas del baile.

Sólo una niña, con la curiosidad aún intacta, se agachó para recoger una de ellas, que se había quedado enhebrada en la sonrisa apaciguada de Zacarías. "Miel" pronunció la niña con palabras sólidas, con esa adorable dificultad de los que comienzan a internarse en la espesa maleza de la letra impresa. Luego tiró de otra letra, que arrastró como la cola de una cometa loca, un verso viejo, "nací en un día sin luna", La niña se lo llevó a casa y lo guardó entre su colección de flores secas.
Eugenio Sáenz de Santa María Cabredo
Todas las palabras

A LA CHITA CALLANDO

Encerrados en un solo movimiento,
danzando sin ton ni son al ritmo frenético y cansado
que marcan violines eléctricos,
nadando en charca y espuma, Occidente global,
rumbo al nada, al vacío y al nada,
siempre al permanente nada de papel.
Así los últimos recuerdos, los últimos trayectos trazados
con plumas de cemento y restos ocres de tintas sucias.
Así el dormitorio, la azotea, la sala de las esperas,
nosotros, cada uno de nosotros mismos,
títeres descabezados, tropezando de lado a lado del planeta, poniéndonos en pie y elucubrando, frases memorables
de a cincuenta céntimos la parrafada.

Seco, completamente seco el cerebro.
Los ojos secos también, sin un rasguño de gota de vida.
Ahogados los pasos, las distancias que no deben serlo.
Arena, también, el plano borroso de tu risa.

Lentos, secos, tropezando en todas las esquinas,
trazadas las horas y los senderos con plumas de cemento,
danzando al son de no importa qué música,
encerrados en el mismo y solo movimiento de cada día,
todo está oscuro, largamente oscuro, oscuro,

Y NOSOTROS SOMOS VIEJO SILENCIO.
Manuel López González
Y Nosotros somos viejo silencio

LAPSUS

Ola por ola

el mar lo sabe todo
pero se olvida
Mario Benedetti
Rincón de haikus

HAY MIRADAS QUE ENGORDAN


SUBIDA AL CIELO

En la provincia, cuya capital era Vetusta, abundaban por todas partes montes de los que se pierden entre nubes; pues a los más arduos y elevados ascendía el Magistral, dejando atrás al más robusto andarín, al más experto montañés. Cuanto más subía más ansiaba subir; en vez de fatiga sentía fiebre que les daba vigor de acero a las piernas y aliento de fragua a los pulmones. Llegar a lo más alto era un triunfo voluptuoso para De Pas. Ver muchas leguas de tierra, columbrar el mar lejano, contemplar a sus pies los pueblos como si fueran juguetes, imaginarse a los hombres como infusorios, ver pasar un águila o un milano, según los parajes, debajo de sus ojos, enseñándole el dorso dorado por el sol, mirar las nubes desde arriba, eran intensos placeres de su espíritu altanero que De Pas se procuraba siempre que podía. Entonces sí que en sus mejillas había fuego...
Leopoldo Alas Clarín
La Regenta

TIRITAS

Donde nos llevó la imaginación, donde con los ojos cerrados se divisan infinitos campos, donde se creó la primera luz junto a la semilla de cielo azul, volveré a ese lugar donde nací. De sol, espiga y deseo son sus manos en mi pelo, de nieve, huracán y abismos, el sitio de mi recreo. Viento que a su murmullo parece hablar mueve el mundo con gracia, la ves bailar y con él, el escenario de mi hogar. Mar, bandeja de plata, mar infernal es su temperamento natural, poco o nada cuesta ser uno más. De sol, espeiga y deseo... Silencio, brisa y cordura dan aliento a mi locura, hay nieve, hay fuego, hay deseo, ahí donde me recreo.
Antonio Vega
El sitio de mi recreo

PUNTO DE APOYO

Nada que hacer, nada que oír, nada que observar; el entorno de la nada, el vacío total, sin epacio y sin tiempo. Me paseaba arriba y abajo y conmigo iban los pensamientos, arriba y abajo. Una y otra vez, arriba y abajo. Pero incluso los pensamientos, por muy etéreos que parezcan, requieren un punto de apoyo, pues de lo contrario giran y giran en torno a sí mismos, en un torbellino sin sentido; tampoco ellos soportan la nada. Desde la mañana a la noche se está a la espera de algo que nunca llega. Se espera y se espera. Y no ocurre nada. Y se sigue esperando, y esperando, y esperando… y pensando, y pensando, y pensando.. hasta que duelen las sienes. Y no ocurre nada. Y estás solo. Solo… Solo…
Stefan Zweig
Novela de ajedrez

RUMBO AL HORIZONTE

Estaba mucho más allá, en ese más allá ilocalizable adonde precisamente ponen proa los ojos de todas las mujeres del mundo cuando miran por una ventana y la convierten en punto de embarque, en andén, en alfombra mágica desde donde se hacen invisibles para fugarse. Nadie puede enjaular los ojos de una mujer que se acerca a una ventana, ni prohibirles que surquen el mundo hasta confines ignotos. En todos los claustros, cocinas, estrados y gabinetes de la literatura universal donde viven mujeres existe una ventana fundamental para la narración, de la misma manera que la suele haber también en los cuartos inhóspitos de hotel que pintó Edward Hopper y en las estancias embaldosadas de blanco y negro de los cuadros flamencos. Basta con eso para que se produzca a veces el prodigio: la mujer que leía una carta o que estaba guisando o hablando con una amiga mira de soslayo hacia los cristales, levanta una persiana o un visillo, y de sus ojos entumecidos empiezan a salir enloquecidos, rumbo al horizonte, pájaros en bandada que ningún ornitólogo podrá clasificar, cazar ningún arquero ni acariciar ningún enamorado y que levantan vuelo hacia el reino inconcreto del que sólo se sabe que está lejos.
Carmen Martín Gaite
De su ventana a la mía

EL OTRO LADO DE LAS COSAS

El otro lado de las cosas: el campo ardiente; las lomas sucesivas como lomos de animales cansados, la rueda de buitres amenazante; la sombra paulatina; la parda, esquiva y felina oscuridad que lo sume todo en acecho de alimañas, con sigilo de zarpas, de garras y de dientes escondidos, en una noche olfativa, voraz y sanguinaria que toma el relevo de la tortura implacable del sol, que aplasta la tierra como un pie gigantesco, que ciega la mirada con su luz ultrametálica, y que hiere el suelo en saetas de polvo encendido.
Rafael Sánchez Felrosio
Alfanhuí

INTELIGENCIA EMOCIONAL

Hoy mamá me ha llevado a su psicoanalista. Motivo: me escondo. Esto es lo que ha dicho mamá: “mi vida sabes muy bien que a todos nos tiene locos que te escondas así. Pienso que sería buena idea que vinieras conmigo a hablar de ello con el doctor Theid”.
[…] Lo de que me escondo de hecho ni siquiera es verdad: me aíslo allí donde no pueden encontrarme, lo único que quiero es poder escribir mis Ideas profundas y mi Diario del movimiento del mundo en paz y, antes sólo quería poder pensar tranquilamente yo solo sin que me perturbaran las idioteces que mi hermana dice o escucha en la radio o en su aparato de música, o sin que me moleste mamá que viene a susurrarme: “Está la abuelita, tesoro, ven a darle un beso”, que es una frase de las menos apasionantes que conozco.
Muriel Brabery
La elegancia del erizo