Marta: El gran problema de Jorge con respecto al pequeño...
¡Ja, ja, ja, Ja!... con respecto a nuestro hijo, nuestro magnífico hijo, es que
en lo más profundo de su naturaleza más íntima no está del todo seguro de que
sea su hijo.
Jorge: ¡Dios mío, qué perversa eres!
Marta: Y eso que te dije muchas veces que sólo quería
concebir contigo... lo sabes muy bien, mi amor.
Jorge: Estás llena de perversidad.
Honey: ¡Dios mío, Dios mío!
Nick: No me parece un tema para...
Jorge: Marta miente. Quiero que lo sepan: Marta miente. (Marta
se ríe). Son muy pocas cosas en este mundo de las cuales estoy seguro...los
limites del país, el nivel del océano, las alianzas políticas, los principios
morales... no pondría mi mano en el fuego por nada de eso... pero de la única
cosa de la que estoy realmente seguro es de mi participación en la creación de
nuestro... hijo, de ojos rubios y pelo azul
[...]
Jorge: No has sabido respetar las reglas, querida. Hablaste de él hablaste de
él con otra persona.
Marta (Con lágrimas): No hablé. Nunca hablé.
Jorge: Si, hablaste.
Marta: ¿Con quién? ¿CON QUIÉN?
Honey (llorando): Conmigo. Usted me habló de él.
Marta (llorando) ¿ME OLVIDÉ! A veces me olvido, … cuando es
de noche... cuando es muy tarde... y todo el mundo está... conversando, me
olvido. . ., y necesito hablar de él, pero siempre ME CONTENGO... Me
contengo... aunque sólo yo sé cuántas voces he querido hacerlo...
[...]
Jorge: Esa oportunidad se presenta una vez por mes, Marta. Estoy acostumbrado.
Una vez por mes aparece Marta, la incomprendida, la niña dulce, la niña pequeña
que vuelve a florecer bajo una caricia y yo lo he creído más veces de las que
quiero acordarme, porque no; quiero pensar que soy un imbécil. Pero ahora no te
creo... simplemente no te creo. Ahora ya no hay ninguna posibilidad de que
podamos tener un minuto de felicidad... los dos juntos.
Marta (agresiva): Quizá tengas razón, querido. Entre tú y
yo ya no hay posibilidad de nada... ¡porque tú no eres nada! ¡ZAS! ¡Saltó el
resorte esta noche en la fiesta de papá! (Con intenso desprecio, pero también
con amargura). Yo estaba allí sentada... Mirándote... luego miraba a los
hombres que te rodeaban... más jóvenes... hombres que llegarán a ser algo. Te
miraba y de pronto descubrí que tú ya no existías. ¡En ese momento se rompió el
resorte! Finalmente se rompió! Y ahora lo voy a gritar a los cuatro vientos, lo
voy a aullar, y no me importa lo que hagas. Y voy a provocar un escándalo como
jamás has visto.
Jorge (con calma): Ese juego me apasiona. Comienza y verás cómo
te mato el punto.
Marta (esperanzada): ¿Es un desafío, Jorge?
Jorge: Es un desafío, Marta.
Marta: Vas a perder, querido.
Jorge: Ten cuidado, Marta... te voy a hacer trizas.
Marta: No eres lo bastante hombre para eso...te faltan
agallas.
Jorge: ¿Guerra a muerte?
Marta: A muerte.
Hay un silencio. Los dos parecen aliviados y exaltados.
Edward Albee
Quién teme a Virginia
Woolf