DIRECCIÓN ÚNICA

Para la libertad sangro, lucho, pervivo.

Para la libertad, mis ojos y mis manos,
como un árbol carnal, generoso y cautivo,
doy a los cirujanos.

Para la libertad siento más corazones
que arenas en mi pecho: dan espumas mis venas,
y entro en los hospitales, y entro en los algodones
como en las azucenas.

Para la libertad me desprendo a balazosde
los que han revolcado su estatua por el lodo.
Y me desprendo a golpes de mis pies, de mis brazos,
de mi casa, de todo.

Porque donde unas cuencas vacías amanezcan,
ella pondrá dos piedras de futura mirada
y hará que nuevos brazos y nuevas piernas crezcan
en la carne talada.

Retoñarán aladas de savia sin otoño
reliquias de mi cuerpo que pierdo en cada herida.
Porque soy como el árbol talado, que retoño:
porque aún tengo la vida.

MIGUEL HERNÁNDEZ
El hombre acecha

PROPIEDAD INTELECTUAL

CUENTISTAS

A los contadores de historias


El colmo fue cuando asesinaron al padre de uno de los amigos más queridos que tuve en el colegio de monjas norteamericanas para niñitos peruanos con cuenta bancaria en el extranjero, por decirlo de alguna manera.[…]
Y cuando llegó la primera comunión y, con ella, la primera confesión que la precede, el primer pecado que le solté a un curita norteamericano […] fue que, por culpa de un libro, yo me había olvidado de un crimen y de mi huérfano amigo y, a pesar de los remordimientos y del combate interior con el demonio, había terminado llorando como loco por un personaje de esos que no existen, padre, por que los llaman de ficción.[…]
Un profesor, que siempre tenía razón, porque era el más loco de todos, en el disparatado y anacrónico refrito inglés que era aquel colegio […] me dijo que iba a ser escritor, o que mejor dicho, ya lo era.
Según él, lo que me había ocurrido era que, desde niño, a punta de regalarme libros para niños, me habían interrumpido constantemente mi propia creación literaria de la vida. En efecto, recordé, y así se lo dije, que de niño yo me pasaba horas y horas tumbado en una cama, como quien se va a quedar así para siempre y construyendo mis propias historias, muy tristes a veces, muy alegres otras, pues en ellas participaban mis amigos más queridos(y también mis enemigos acérrimos, por eso de la maldad infantil), y yo con eso era capad de llorar y reír solito, de llorar a mares y reírme a carcajadas, cosa que preocupaba terriblemente a mis padres. “ahí está otra vez el chico ese haciendo unos ruidos rarísimos sobre la cama”, era una frase que a menudo les oí decir. El profesor me dijo que eso era, precisamente, literatura, pura literatura, que no es lo mismo que literatura pura, y que m odio a los libros se debía a que, de pronto, un objeto real, un libro de cuya realidad yo no necesitaba nada en ese momento, había venido a interrumpir mi realidad literaria. En ese mismo instante, recuerdo, se me aclaró aquel problema que, aterrado, había creído ser un grave pecado cometido justo antes de mi primera comunión. Aquel pecado que tanto espantó al curita norteamericano y sobre el cual dio una explicación que, según mi madre, tomando su té a las cinco y leyendo a Òscar Wilde, sólo podía compararse con su acento tejano.
Alfredo Bryce Echenique
Cuentos completos


TORCEDURAS

-He vuelto. Vine ayer.
-Ya.
-¿Recibiste el telegrama?
Asintió. Las palabras también pesan con el sol mañanero. Qué decir a quien guarda tanto rencor.
-Sabes entonces porqué no pude venir al entierro de madre.
Se revolvió. No parecía a estar dispuesta a escuchar más, pero no la dejé hablar.
-Voy a venderlo todo, María.
-Ya.
Unas fincas que no rentan nada, mucha tierra, alejada, pobre y poco beneficio. Ya nadie labra el páramo.
-Quiero que todo sea para ti. También la casa.
-Tengo la mía.
Avanzó y me apartó de un codazo. Luego se volvió. Como ensayando una mueca que yo creía que iba a acabar en sonrisa, me espetó:
-Eres un cabrón. Si supiera, te lo diría en alemán, para que lo entiendas mejor, por si se te ha olvidado el español. Cabrón, ¿me entiendes?, cabrón.
Y se fue dando saltitos, balanceando el coloño. Treinta años de resquemor escupidos en una sola palabra, cabrón, cuando ya nada tiene remedio y las vidas muestran su torcedura inevitable.
[…]
Si no hay muerte no hay tragedia, y no sé como pero lo supe. Quizá fuera aquella luna que lo trastorna todo, o el destino que alguna vez se nos revela, como a mía aquella noche. Miraba desde la ventana la sombra del campanario, la luna, los tejados curvados y todo aquel silencio pintado al óleo y supe que uno de los dos iba a morir esa noche, María o yo.
[…]
De madrugada, casi al albor, sentí que alguien venía corriendo hacia la casa y supe que traían el anuncio de la muerte de María. En el fondo ella era menos fuerte y ha odiado más. Al poco sonaron unos timbrazos apremiantes y golpes en la puerta. Abrí los cuartillos de mi ventana. Sólo tuve tiempo para ver a María apuntándome con la escopeta y de sentir el estruendo y un dolor tórrido en el pecho. Y luego el frío, ocupando mi cuerpo como una posesión.
Óscar Esquivias
La marca de Creta

DESEOS

Después de subir por la escalera, abrió la puerta de su cuarto. George seguía leyendo en la cama. –¿Y el gato? –preguntó, abandonando la lectura. –Se ha ido. –¿Y dónde puede haberse ido? –dijo él, descansando un poco la vista. La mujer se sentó en la cama. –¡Me gustaba tanto! No sé por qué lo quería tanto. Me gustaba ese pobre gatito. No debe resultar agradable ser un pobre minino bajo la lluvia. George se puso a leer de nuevo. Su mujer se sentó frente al espejo del tocador y empezó a mirarse con el espejo de mano. Se estudió el perfil, primero de un lado y después del otro, y por último se fijó en la nuca y en el cuello. –¿No te parece que me convendría dejarme crecer el pelo? –le preguntó, volviendo a mirarse de perfil. George levantó la vista y vio la nuca de su mujer, rapada como la de un muchacho. –A mí me gusta como está. –¡Estoy cansada de llevarlo tan corto! Ya estoy harta de parecer siempre un muchacho. George cambió de posición en la cama. No le había quitado la mirada de encima desde que ella empezó a hablar. –¡Caramba! Si estas muy bonita – dijo. La mujer dejó el espejo sobre el tocador y se fue a mirar por la ventana. Anochecía ya. –Quisiera tener el pelo más largo, para poder hacerme moño. Estoy cansada de sentir la nuca desnuda cada vez que me la toco. Y también quisiera tener un gatito que se acostara en mi falda y ronroneara cuando yo lo acariciara. –¿Sí? –dijo George. –Y además, quiero comer en una mesa con velas y con mi propia vajilla. Y quiero que sea primavera y cepillarme el cabello frente al espejo, tener un gatito y algunos vestidos nuevos. Quisiera tener todo eso. –¡Oh! ¿Por qué no te callas y lees algo? –dijo George, reanudando su lectura. Su mujer miraba desde la ventana. Ya era de noche y todavía llovía a través de las palmeras. –De todos modos, quiero un gato –dijo–. Quiero un gato. Quiero un gato. Ahora mismo. Si no puedo tener el pelo largo ni divertirme, por lo menos necesito un gato. George no la escuchaba. Estaba leyendo su libro. Desde la ventana, ella vio que la luz se había encendido en la plaza. Alguien llamó a la puerta –Avanti –dijo George, mirando por encima del libro. En la puerta estaba la sirvienta. Traía un gran gato de color de carey que pugnaba por zafarse de los brazos que lo sujetaban. –Con permiso –dijo la muchacha– el padrone me encargó que trajera esto para la signora
Ernest Hemingway
El gato bajo la lluvia

JOURNA-LISTOS

El calamar se parece al periodista en dos cosas fundamentales: en que puede tomar a voluntad el color que más le convenga y e que se defiende con la tinta. Cuando se siente descubierto, y entonces es cuando echa mano de la estilográfica, instantáneamente se disuelve en el agua un gran chorro de tinta. ¿Qué nos dice en aquel mensaje el calamar? No se ve nada. No se entiende nada. Para evadir nuestra persecución, el calamar ha lanzado el rostro un largo artículo de fondo y se ha escabullido. Dos, tres, cuatro columnas de negra prosa flotan por un instante en el líquido elemento, y o no hay opinión en el fondo de los mares, o esta opinión debe de conmoverse poco. ¡Dichoso calamar que puedes escribir lo que se te antoje sin tener que entendértelas con la previa censura! Feliz compañero en la prensa submarina.
Julio Camba
Sobre el calamar

LA CAJA TONTA


El alma humana es una caja de donde siempre puede saltar un payaso haciéndonos mofas y sacándonos la lengua, pero hay ocasiones en que ese mismo payaso se limita a mirarnos por encima del borde de la caja, y si ve que, por accidente, estamos procediendo según lo que es justo y honesto, asiente aprobadoramente con la cabeza y desaparece pensando que todavía no somos un caso perdido.
José Saramago
El hombre duplicado

A LA SOMBRA

El amor es una compañía, ya no sé andar solo por los caminos,
porque ya no puedo andar solo.
Un pensamiento visible me hace andar más a prisa y ver menos,
y al mismo tiempo gustar de ir viendo todo.
Aun la ausencia de ella es una cosa que está conmigo,
y yo gusto tanto de ella que no sé cómo desearla.
Si no la veo, la imagino y soy fuerte como los arboles altos,
pero si la veo tiemblo,
no sé qué se ha hecho de lo que siento en ausencia de ella.
Todo yo soy cualquier fuerza que me abandona.
Toda la realidad me mira como un girasol con la cara de ella en el medio.
Fernando Pessoa
El amor es una compañía

MARCIANADAS

Se llamaba Benjamin Driscoll, tenia treinta y un años y quería que Marte creciera verde y alto con arboles y follaje, produciendo aire, mucho aire, que aumentaría en cada temporada. Los arboles refrescarían las ciudades abrasadas por el verano, los arboles pararían los vientos del invierno. Un árbol podría ser tantas cosas: color, sombra, fruta, paraíso de los niños, universo aéreo de escalas y columpios, arquitectura de alimento y placer. Todo eso era un árbol. Pero los arboles eran, ante todo, fuente de aire puro y un suave murmullo que adormece a los hombres acostados de noche en lechos de nieve.
Ray Bradbury
Crónicas marcianas


VERBI-GRACIA

Entre las explosiones y los colores de la bóveda estrellada, entre los gritos de admiración y espanto de los vecinos, nadie se percató de que cuando Zacarías trató de pronunciar la palabra rosa, su cuerpo reventó como un globo exhausto. Las últimas letras con las que pretendía recuperar la palabra ya no encontraron lugar en el cuerpo abarrotado del fenómeno, y sólo sirvieron para dar la paz a un espíritu atribulado. En el suelo, desparramadas como las hojas de la chopera, crujientes y amarillas por la oscuridad, todas las palabras que durante años había engullido formaban una alfombra increíble que pronto comenzaron a pisar las parejas del baile.

Sólo una niña, con la curiosidad aún intacta, se agachó para recoger una de ellas, que se había quedado enhebrada en la sonrisa apaciguada de Zacarías. "Miel" pronunció la niña con palabras sólidas, con esa adorable dificultad de los que comienzan a internarse en la espesa maleza de la letra impresa. Luego tiró de otra letra, que arrastró como la cola de una cometa loca, un verso viejo, "nací en un día sin luna", La niña se lo llevó a casa y lo guardó entre su colección de flores secas.
Eugenio Sáenz de Santa María Cabredo
Todas las palabras

A LA CHITA CALLANDO

Encerrados en un solo movimiento,
danzando sin ton ni son al ritmo frenético y cansado
que marcan violines eléctricos,
nadando en charca y espuma, Occidente global,
rumbo al nada, al vacío y al nada,
siempre al permanente nada de papel.
Así los últimos recuerdos, los últimos trayectos trazados
con plumas de cemento y restos ocres de tintas sucias.
Así el dormitorio, la azotea, la sala de las esperas,
nosotros, cada uno de nosotros mismos,
títeres descabezados, tropezando de lado a lado del planeta, poniéndonos en pie y elucubrando, frases memorables
de a cincuenta céntimos la parrafada.

Seco, completamente seco el cerebro.
Los ojos secos también, sin un rasguño de gota de vida.
Ahogados los pasos, las distancias que no deben serlo.
Arena, también, el plano borroso de tu risa.

Lentos, secos, tropezando en todas las esquinas,
trazadas las horas y los senderos con plumas de cemento,
danzando al son de no importa qué música,
encerrados en el mismo y solo movimiento de cada día,
todo está oscuro, largamente oscuro, oscuro,

Y NOSOTROS SOMOS VIEJO SILENCIO.
Manuel López González
Y Nosotros somos viejo silencio

LAPSUS

Ola por ola

el mar lo sabe todo
pero se olvida
Mario Benedetti
Rincón de haikus

HAY MIRADAS QUE ENGORDAN


SUBIDA AL CIELO

En la provincia, cuya capital era Vetusta, abundaban por todas partes montes de los que se pierden entre nubes; pues a los más arduos y elevados ascendía el Magistral, dejando atrás al más robusto andarín, al más experto montañés. Cuanto más subía más ansiaba subir; en vez de fatiga sentía fiebre que les daba vigor de acero a las piernas y aliento de fragua a los pulmones. Llegar a lo más alto era un triunfo voluptuoso para De Pas. Ver muchas leguas de tierra, columbrar el mar lejano, contemplar a sus pies los pueblos como si fueran juguetes, imaginarse a los hombres como infusorios, ver pasar un águila o un milano, según los parajes, debajo de sus ojos, enseñándole el dorso dorado por el sol, mirar las nubes desde arriba, eran intensos placeres de su espíritu altanero que De Pas se procuraba siempre que podía. Entonces sí que en sus mejillas había fuego...
Leopoldo Alas Clarín
La Regenta

TIRITAS

Donde nos llevó la imaginación, donde con los ojos cerrados se divisan infinitos campos, donde se creó la primera luz junto a la semilla de cielo azul, volveré a ese lugar donde nací. De sol, espiga y deseo son sus manos en mi pelo, de nieve, huracán y abismos, el sitio de mi recreo. Viento que a su murmullo parece hablar mueve el mundo con gracia, la ves bailar y con él, el escenario de mi hogar. Mar, bandeja de plata, mar infernal es su temperamento natural, poco o nada cuesta ser uno más. De sol, espeiga y deseo... Silencio, brisa y cordura dan aliento a mi locura, hay nieve, hay fuego, hay deseo, ahí donde me recreo.
Antonio Vega
El sitio de mi recreo

PUNTO DE APOYO

Nada que hacer, nada que oír, nada que observar; el entorno de la nada, el vacío total, sin epacio y sin tiempo. Me paseaba arriba y abajo y conmigo iban los pensamientos, arriba y abajo. Una y otra vez, arriba y abajo. Pero incluso los pensamientos, por muy etéreos que parezcan, requieren un punto de apoyo, pues de lo contrario giran y giran en torno a sí mismos, en un torbellino sin sentido; tampoco ellos soportan la nada. Desde la mañana a la noche se está a la espera de algo que nunca llega. Se espera y se espera. Y no ocurre nada. Y se sigue esperando, y esperando, y esperando… y pensando, y pensando, y pensando.. hasta que duelen las sienes. Y no ocurre nada. Y estás solo. Solo… Solo…
Stefan Zweig
Novela de ajedrez

RUMBO AL HORIZONTE

Estaba mucho más allá, en ese más allá ilocalizable adonde precisamente ponen proa los ojos de todas las mujeres del mundo cuando miran por una ventana y la convierten en punto de embarque, en andén, en alfombra mágica desde donde se hacen invisibles para fugarse. Nadie puede enjaular los ojos de una mujer que se acerca a una ventana, ni prohibirles que surquen el mundo hasta confines ignotos. En todos los claustros, cocinas, estrados y gabinetes de la literatura universal donde viven mujeres existe una ventana fundamental para la narración, de la misma manera que la suele haber también en los cuartos inhóspitos de hotel que pintó Edward Hopper y en las estancias embaldosadas de blanco y negro de los cuadros flamencos. Basta con eso para que se produzca a veces el prodigio: la mujer que leía una carta o que estaba guisando o hablando con una amiga mira de soslayo hacia los cristales, levanta una persiana o un visillo, y de sus ojos entumecidos empiezan a salir enloquecidos, rumbo al horizonte, pájaros en bandada que ningún ornitólogo podrá clasificar, cazar ningún arquero ni acariciar ningún enamorado y que levantan vuelo hacia el reino inconcreto del que sólo se sabe que está lejos.
Carmen Martín Gaite
De su ventana a la mía

EL OTRO LADO DE LAS COSAS

El otro lado de las cosas: el campo ardiente; las lomas sucesivas como lomos de animales cansados, la rueda de buitres amenazante; la sombra paulatina; la parda, esquiva y felina oscuridad que lo sume todo en acecho de alimañas, con sigilo de zarpas, de garras y de dientes escondidos, en una noche olfativa, voraz y sanguinaria que toma el relevo de la tortura implacable del sol, que aplasta la tierra como un pie gigantesco, que ciega la mirada con su luz ultrametálica, y que hiere el suelo en saetas de polvo encendido.
Rafael Sánchez Felrosio
Alfanhuí

INTELIGENCIA EMOCIONAL

Hoy mamá me ha llevado a su psicoanalista. Motivo: me escondo. Esto es lo que ha dicho mamá: “mi vida sabes muy bien que a todos nos tiene locos que te escondas así. Pienso que sería buena idea que vinieras conmigo a hablar de ello con el doctor Theid”.
[…] Lo de que me escondo de hecho ni siquiera es verdad: me aíslo allí donde no pueden encontrarme, lo único que quiero es poder escribir mis Ideas profundas y mi Diario del movimiento del mundo en paz y, antes sólo quería poder pensar tranquilamente yo solo sin que me perturbaran las idioteces que mi hermana dice o escucha en la radio o en su aparato de música, o sin que me moleste mamá que viene a susurrarme: “Está la abuelita, tesoro, ven a darle un beso”, que es una frase de las menos apasionantes que conozco.
Muriel Brabery
La elegancia del erizo

AB ABSURDO

- ¿Y hace mucho tiempo que es usted negro?
- No sé, yo siempre me he visto así en la luna de los espejitos...
- ¡Vaya por dios! ¡Cuando viene una desgracia nunca viene sola! ¿Y de qué se quedó usted así? ¿De alguna caída?
- Debió de ser eso, señor...
- ¿De una bicicleta?
- De eso, señor...
Tres sombreros de copa
Miguel Mihura

EL ORDEN DE LAS COSAS

SIN TON NI SON

SUJETA MAYÚSCULAS

Hay primero una situación confusa, que solo puede definirse en la palabra; de esa penumbra parto, y si lo que quiero decir,(si lo que quiere decirse) tiene suficiente fuerza, inmediatamente se inicia el swing, un balanceo rítmico que me saca a la superficie, lo ilumina todo, conjuga esa materia confusa y el que la padece en una tercera instancia clara y como fatal : la frase, el párrafo, la página, el capítulo, el libro. Ese balanceo, ese swing en el que se va informando la materia confusa , es para mí la única certidumbre de su necesidad, porque apenas cesa comprendo que no tengo ya nada que decir. Y también es la única recompensa de mi trabajo : sentir que lo que he escrito es como un lomo de gato bajo la caricia, con chispa y un arquearse cadencioso.
Julio Cortázar
Rayuela

CORRIENTE ALTERNA

En los orificios de los enchufes surge de vez en cuando una larga lengua bífida que les canta canciones a los niños y les enseña a hacer grandes travesuras, de esas que espantan a los mayores por su retorcimiento y maldad. También les cuenta secretos de familia para que los repitan ante las visitas y avergüencen a sus padres. Por culpa de las casa modernas nuestros hijos son taimados como serpientes y están llenos de astucias. Las escuelas se han revelado inútiles para su educación. Los críos parece que han nacido con teorías y conceptos propios y por eso escuchan a sus maestros con una sonrisa irónica llena de suficiencia[…] Nosotros no éramos así.[…] Las casas modernas son más astutas, más venenosas.
Óscar Esquivias
La ciudad del Gran Rey

LENTEJAS

[…]
Pero la luna subía y bajaba las escaleras,
repartiendo lentejas desangradas en los ojos,
dando escobazos de plata a los niños de los muelles,
y borrando mi apariencia por el término del aire.
Federico Gracía Lorca
Poeta en Nueva York

GENTE


FELICIDAD

Dale a la gente concursos que puedan ganar recordando la letra de las canciones más populares, o los nombres de las capitales de Estado o cuánto maíz produjo Iowa el año pasado. Atibórralo de datos no combustibles, lánzales encima tantos 'hechos' que se sientan abrumados, pero totalmente al día en cuanto a información. Entonces, tendrán la sensación de que piensan, tendrán la impresión de que se mueven sin moverse. Y serán felices (...)
Ray Bradbury
Fahrenheit 451

MORADA

Es en estos días de otoño avanzado —más o menos para Todos los Santos— cuando París tiene, para un hombre del sur —o del Mediterráneo como yo— un encanto característico y extraordinario. Es el primer otoño que paso en París. El mundo exterior parece inmerso en una neblina tenue, a veces vaporosa y azulada, otras de la palidez de leche cuajada. El aire, en general, está en calma, pero a veces sopla, a contrapelo del río, una ventolera atlántica que se lleva los sombreros de los caminantes de los puentes pero que no llega a aclarar la niebla estabilizada. Un soplido del viento puede llegar a limpiar un espacio del cielo que parece como una mancha de estaño sublimado, pero la aparición dura un instante: la niebla, azulada, inmóvil, inconmovible, vence. (…) La gran ciudad —vista desde un lugar elevado— adopta un color malva, a veces más claro, otras no tanto, y los ojos de las mujeres rubias, sobre la piel rosada de la cara, los músculos tiesos a causa del frío, que hace aparecer, un momento, una calidad de porcelana, tienen un color morado –como una gota de color morado que suavizara la mirada—.
Joseph Pla
Notas sobre París

CHOCHERÍAS

CUBIERTO


Las nubes
me separan
del cielo abierto,
cerrado sobre las casas
de la ciudad.
Miguel Mingotes
Nublado/Poesía